Voy a contaros la historia de mi perro. Se llama Enzo
que es el nombre del protagonista de una ópera que dirigió mi padre. Ahora
tiene año y medio, es decir, todavía es un cachorro. Su raza es pastor alemán.
Tiene un carácter alegre y juguetón, a pesar de lo que vais a ver le sucedió.
Era una tarde
calurosa del verano pasado. Estábamos de vacaciones. Como muchas tardes iba con
mi abuelo al río Adaja. Mi abuelo es muy aficionado a la pesca del cangrejo.
Habíamos estado pescando y la tarde caía sobre nosotros. Cantaban los pájaros
que buscaban ya sus acostaderos.
De repente sentimos un ladrido furioso de Enzo, que
mientras pescábamos había desaparecido olisqueando los rastros de los animales
que por allí tenían su paso. Nos acercamos preocupados hacia el lugar de donde
venían, y descubrimos a Enzo que acosaba con toda su furia a un jabalí que
solitario iniciaba su andadura nocturna. El jabalí, que no encontraba la salida
se lanzó violentamente sobre el furioso perro que valiente, cada vez se
acercaba más a él. Los enormes colmillos de la fiera brillaban saliendo de la
boca del animal. En un momento de la lucha, entre los dos animales, el jabalí
alcanzó a morder la pata trasera de nuestro perro. Los aullidos lastimeros del
animal que expresaban su dolor no frenaron, sin embargo su valentía y siguió
luchando hasta que el jabalí, con el pelo erizado consiguió huir.
Enzo sudoroso y agitado, arrastraba su
herida pata. En el coche le trajimos a casa y, al día siguiente, le llevamos al
veterinario. Tristemente nos anunció la cojera inevitable de nuestro querido
Enzo.