lunes, 22 de junio de 2015
viernes, 5 de junio de 2015
"Cordel Real de Merinas"
Cordel Real de Merinas
Paco Mazas es un pastor con
100 ovejas merinas y dos carneros de gruesos cuernos enrollados. Quiere llevarlas
hasta Béjar donde con su lana fabricarán los mejores paños del reino. De Olmedo
irá a Arévalo, luego a Peñaranda, de allí a Alba de Tormes y, finalmente, a
Béjar donde las esquilará, venderá su lana y así, con lo que saque, podrá pasar
el verano en los verdes pastos de la sierra. Su abuelo ya lo hacía así, después
fue su padre y ahora que su padre es un anciano le toca a él hacer la
trashumancia.
Por compañía lleva tres
perros, dos mastines desgarbados y la Perra Chica, lista como el hambre. El más
viejo es el de los hierros, al que llama Mustio por la expresión de tristeza
que siempre tiene en su cara, está armado con una carlanca para defenderse del
ataque de los lobos. Y al más joven lo llama Holgazán por lo poco que le gusta
correr y lo mucho que quiere descansar. La Perra Chica es cariñosa y muy
obediente, sabe arrear al ganado y hacer volver al rebaño a cualquier oveja descarriada.
Si los mastines son su defensa, la Perra Chica es su ayudante y su compañera de
camino. Habla mucho con ella y la perra se le queda mirando con una chispa en
los ojos que parece que le entiende. En aquellas largas conversaciones suele
decirla:
- Ay Perra Chica, qué lista
eres, si solo te falta hablar. Ya quisieran tener tu intelecto algunos burros
de dos patas que yo me sé.
Lleva quince ovejas
preñadas, seguramente parirán en la Alberguería, donde quiere pasar la noche al
resguardo de lobos y bandoleros. A los lobos no les tiene tanto miedo pues sabe
que sus mastines les harán frente antes incluso de que se acerquen al rebaño.
Aunque parecen unos animales vagos y sin interés por nada, cuando huelen al
lobo cerca se transforman, se les eriza el pelo del dorso y comienzan a aullar
como poseídos con ese ladrido ronco y grave que atemoriza al animal más
valiente. Pero a Paco Mazas lo que le asusta realmente son los bandoleros que
en la oscuridad de la noche pueden ganarse la confianza de los perros y asaltarle
para robarle o matarle. Como comprenderéis, ni una cosa ni otra le hacen
gracia, ha oído historias terribles de ladrones que, escondidos en los pinares
de Ataquines, Montejo o en río Adaja, esperan a los pobres pastores que van o
vienen por el cordel real de merinas para robarlos sin ninguna consideración ni
piedad, aunque para ello tengan que darlos muerte.
Va pensando en que, si tiene
suerte, al atardecer parirán las ovejas preñadas en la Alberguería. Luego, por
la mañana, venderá los corderos machos en algún figón de Arévalo o, si no, dos
días después en Peñaranda y se quedará con las hembras para que le den buena
lana. De momento no necesita más carneros, los dos que tiene hacen bien su trabajo. Con el dinero que saque de la venta de los
corderos se comprará un borrico con sus albardas y alforjas para que le ayude a
transportar sus escasos víveres y le alivie del sobrepeso de su repleto zurrón.
Pero nada más pasar el
molino Matienzo, una de las ovejas preñadas, la zanca, se pone a parir.
- Bueno nos retrasará algo –dice
Mazas a la Perra Chica- Pero mientras no se pongan de parto las demás podremos
llegar a la Alberguería con luz.
Deja que la madre lama al
cordero un rato y lo echa al zurrón para aligerar el paso. Pero el resto de las
ovejas preñadas parecen contagiarse por el parto de su compañera pues una tras
otra comienzan a parir.
- ¡Hijas de 30 carneros!
–las grita Paco Mazas muy enojado- Pues, ¿no os ponéis a parir todas al mismo
tiempo?, ¿no podéis esperaros a que lleguemos a la Alberguería? ¡Hala, y encima
la parda, mellizos! ¡Así estaba de gorda la hideputa!
El pobre pastor no da abasto
a recoger tanto cordero. Ya no le caben en el zurrón. Tiene que atarlos por las
patas traseras y llevarlos colgados a la espalda. Para avanzar más deprisa.
- Parecéis quince demonios
que se vuelven contra mí –sigue gritando Paco-. Vais a conseguir que se haga de
noche antes de llegar a la Alberguería. Vamos a tener que dormir al raso. Solo
faltaría que nos estuviese viendo alguna banda de ladrones escondida entre los
pinos. Me vais a matar a disgustos.
Pero, como temía el pastor,
tanto parto lo han entretenido mucho y cae la noche antes de llegar al aprisco
de la Alberguería. Una luna casi llena se levanta por el horizonte proyectando
su sombra hacia atrás. De pronto los mastines comienzan a ladrar y salen
corriendo perdiéndose en la oscuridad. Paco ve de reojo una sombra moviéndose
entre dos pinos. Los pelos se le ponen de punta y, sin atreverse a mirar hacia
atrás, intenta tranquilizarse y reunir fuerzas para continuar pero escucha
chirriar algo a su espalda, es el mismo ruido que hace su navaja cuando la abre
para partir el pan y el trozo de queso. El estómago de da un vuelco, se queda
paralizado. Comienza a temblar de miedo.
- See…señor bandolero, tenga
piedad de mí –logra decir por fin-. Soy un pobre pastor, solo poseo lo que ve,
mis ovejas y mis perros. No tengo dineros ni joyas con que poder obsequiarle.
De nuevo se oye el chirriar
como el de su navaja. Paco Mazas se siente morir, las piernas le flaquean.
- Señor don bandolero –logra
decir el pastor nuevamente-, apiádese de mí, tengo mujer que lleva un hijo mío
en su vientre al que quisiera conocer. Llévese las ovejas si así lo desea pero,
por favor, no me haga daño. No deje a mi hijo huérfano antes de nacer.
El chirriar de la navaja
continúa.
- Excelentísimo señor don
bandolero –continúa suplicando el pastor llorando y poniéndose de rodillas-,
llévese también a los corderos recién nacidos, en Arévalo los pagan bien, y también
a los mastines, son grandes y fuertes y podrán defenderle de otros… bandoleros.
Por favor, se lo ruego, déjeme solo a la Perra Chica la quiero como a mi vida.
Deja caer a los corderos que
llevaba a la espalda y abre los brazos implorante, sin atreverse a volver el
rostro. La sombra se aproxima, se para tras él y… le lame la mano derecha. Paco
Mazas se queda atónito sintiendo el cosquilleo en su mano. Entonces gira
levemente la cabeza y ve a la Perra Chica que le lame la mano mientras le mira
sin comprender nada.
Mira hacia los árboles
cercanos, nada. Ni rastro de bandoleros. Tan sólo una rama partida que chirría
al ser mecida por el viento. El pastor se pone de pie mirando hacia atrás y
comprueba como su sombra se proyecta en los pinos cercanos cuando se mueve
dando la impresión de que alguien se esconde entre los árboles pero solo es su
sombra reflejada. Se ríe a carcajadas de sí mismo mientras escucha volver a los
mastines.
Silba para que la Perra
chica ponga en marcha al rebaño. Al poco tiempo las luces de la Alberguería
comienzan a distinguirse en la lejanía, sonríe nuevamente y comprende que el
miedo es mal compañero de camino. Sus planes siguen intactos, mañana mismo
intentará vender los diez corderos machos en Arévalo y comprarse un borrico con
sus albardas y alforjas.
En junio estará en Béjar.
En Arévalo, a treinta de
mayo de 2015.
Luis José Martín
García-Sancho
Plantadora de árboles
Plantadora de árboles
Subida al pino una ardilla
se recrea y se deleita
mordisqueando una piña.
Y con la boca repleta
baja hasta el suelo muy pilla,
excaba un hoyo somero
Al año siguiente brotan
de la despensa perdida
las ramas tiernas de un pino.
Frágil memoria de ardilla
repuebla con nuevos bosques
que dan millones de piñas.
En
Arévalo, a 14 de junio de 2014
Luis
José Martín García-Sancho
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